Llegó, con su lengua pegada al paladar. Le preguntaron qué le había pasado, donde había estado, pero solo escucharon su silencio. En ese mismo momento, metió su mano temblorosa en una mochila ajada y llena de arena, de la que sacó papeles desordenados llenos de tachones.
Sus palabras fueron estas.

lunes, 24 de octubre de 2011

Camino de palacio

Otros se animaron después a cantar sus canciones, a susurrar las palabras que el vino liberó de la celda de la timidez. Hubo sonrisas, hubo lágrimas, pero no hubo interrupción y quise recostarme sobre el suelo para escuchar mi propio pensamiento. Me enterré en una tumba momentánea y estuve muerto temporalmente.
Un vaso roto me resucitó, y todavía sorprendido de retornar a vivir, no comprendía el por qué de ese sonido hasta que observé las ebrias muecas de alegría en los rostros de los clientes y lo comprendí todo: ya era tarde y la tarde se marchaba. Había saboreado demasiado tiempo el gusto del sueño, esa muerte redentora. El palacio me esperaba.
Como el topo que sale de su hoyo en la cristalina mañana, mis ojos ciegos se quedaron y tuve que resoplar, tomar fuerzas, agarrarme a la puerta chirriante de la taberna y concienciarme de que Sardanápalo me esperaba.
El primer pie pisó la calzada y ya no había vuelta atrás; la puerta de palacio escudriñaba mi figura a los lejos