A pesar de la tristeza que me produce, sigo caminando a través de mis recuerdos.
Un día, un joven se estaba bañando en un río cercano a su casa. Sintió tan enorme paz en aquel preciso momento que oró con todas sus fuerzas a los dioses de la naturaleza:
-Oh, deidades ancestrales... ¿Pudieseis detener este placentero río para mi sosiego?
Tan solo el silencio, que no es más que el gran grito de los arquetipos, le respondió. Y el río continuó con su fluir incansable.
Era la historia favorita de mi maestro y jamás le había dado importancia, hasta que me vi forzado a intentar desterrar el recuerdo, piedra inamovible del hombre que carga con la pesada culpa del pecado impuesto.
Entonces dejé que la corriente del río desgastase las piedras que encontraba a su paso.
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