Llegó, con su lengua pegada al paladar. Le preguntaron qué le había pasado, donde había estado, pero solo escucharon su silencio. En ese mismo momento, metió su mano temblorosa en una mochila ajada y llena de arena, de la que sacó papeles desordenados llenos de tachones.
Sus palabras fueron estas.

martes, 10 de abril de 2012

Parada

Cuando al final del trayecto la meta es visible, una sensación de desilusión nos embarga. Lo soñado siempre es superior a lo encontrado como el oro, más brillante en la tierra que en nuestras manos. Hoy hemos llegado a nuestra meta, pero no existe sensación parecida a la desilusión porque no hay sueños que robarle a un esclavo; todos padecen insomnio crónico.
¿Acaso esta es mi meta? Mis pies reposando dicen que si pero mi razón no entra en ella, no es capaz de asimilar un final. Caminaba por el desierto y sólo veía desierto pero sabía, que aunque infinito a la vista, no todo era desierto.
Sin embargo, aquí solo veo desierto.
Tal vez mañana, la lluvia fluya con furia arremolinando la gruesa arena, diluyéndola en una insondable laguna. Sin embargo, solo veré desierto; los presos somos esclavos crónicos.

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